El maestro herrero del velo forjó para el muchacho joyas, anillo y pulseras. Las templó con el jugo de las flores del Hibisco porque, joven como era, estaba destinado a los juegos del amor. Enormes anillos que parecían juguetes y pulseras abiertas que no atrapasen a nadie mucho tiempo. Pero el trabajo del herrero se centró en una joya diferente, con atención unió el círculo y la cruz de forma que abarcaran todo el espacio y las cuatro direcciones para que el caminar del muchacho fuese libre al recorrerlas. Al colgarle el IFERWAN del cuello lo hizo con el temor de un padre por la suerte de su hijo, pero el chaval estaba demasiado feliz con sus adornos. Y así se fue, enjoyado y como encantado.

El maestro herrero del velo forjó para el muchacho joyas, anillo y pulseras. Las templó con el jugo de las flores del Hibisco porque, joven como era, estaba destinado a los juegos del amor. Enormes anillos que parecían juguetes y pulseras abiertas que no atrapasen a nadie mucho tiempo. Pero el trabajo del herrero se centró en una joya diferente, con atención unió el círculo y la cruz de forma que abarcaran todo el espacio y las cuatro direcciones para que el caminar del muchacho fuese libre al recorrerlas. Al colgarle el IFERWAN del cuello lo hizo con el temor de un padre por la suerte de su hijo, pero el chaval estaba demasiado feliz con sus adornos. Y así se fue, enjoyado y como encantado.